jueves, 19 de junio de 2014

MORIR EN EL EXTRANJERO

Por
Jovián Sanjinez Salazar
DOCENTE UNIVERSITARIO

            Nadie desea sobrevivir a la muerte de un ser querido. El dolor de una madre al enterarse que murió su hijo o hija, es tan intenso  que seguro  no se puede describir, seguramente porque sus entrañas reviven el sentimiento maternal y la angustia raigal de su vientre que cobijó un ser desde que fuera embrión, y al que quiere siempre proteger.
El dolor disminuye con la resignación. Ver a su hijo muerto, presenciarlo, verlo por última vez, en un ataúd estrecho y que va a una tumba fría, la lleva a aceptar la realidad, y sobrevivir  con los recuerdos del ser que amó y ama. El consuelo de saber el lugar de su última morada, la hará vivir con los recuerdos y, con una calma que lo necesita. El consuelo es un estado psicológico que permite regular los  actos del ser que sufre por algún acontecimiento que impacta su vida y que no acepte al inicio; sin embargo, con pausas se asimilan los hechos, se admite  la realidad, y la conducta queda regulada con la resignación. La vida debe continuar y la madre dolida debe comprender que es así.
No habrá resignación si el ser querido encuentra la muerte en el extranjero, en otras tierras, donde las personas no son nacionales, donde hasta las leyes son distintas, y para los extranjeros aún son más complejas, y de decisiones complejas. La distancia donde ocurrieron los hechos hace imposible  saber la verdad desde el inicio, haciendo más proclive a la especulación; se acrecienta el dolor y la angustia, por las muchas versiones  y poca certeza.
Réquiem para el hijo que encontró la muerte injustamente, aunque no hay muerte justa. Réquiem para el hermano que cruzó las fronteras, en  la búsqueda de mejoras cosas, porque nunca será para restar posibilidades que si  las tiene en su tierra. Réquiem para el connacional que sale del Perú al igual que los casi  3 millones de peruanos en busca de mejores oportunidades, aunque no siempre las encuentran.
Viajar al extranjero por un mejor porvenir es un mérito; no obstante el Estado debe legislar los mejores mecanismos de seguridad para los nacionales en el exterior, y frente a hechos lamentables como lo que señalo en esta nota, se viabilice cualquier gestión para facilitar los procedimientos.
Lamento que no siempre se conoce de las causas de una muerte de un peruano en el extranjero, es difícil saber cuando ésta se ha hecho sospechosa, o es difícil explicar el suceso, así lo señalan las estadísticas.
Si la  muerte es natural, (enfermedad), accidente u otra causa que determine objetivamente el hecho, no habrá mayor problema, para gestionar su retorno a su tierra y mitigar el dolor de su madre y sus parientes; pero cuando la muerte está ligada a una confusión de hechos, a una incertidumbre o sospechas; es difícil repatriar a un connacional a la brevedad y, si a ello se agrega el insuficiente apoyo administrativo de parte de las autoridades o el déficit económico, resulta extremadamente difícil exhumar o cremar para repatriar. Mientras tanto el dolor de la madre se incrementa, a pesar  que no desmayará,  en tanto aún no encuentra resignación.
No ser posible que el hijo que ha muerto no sea repatriado, y dejar en tierras lejanas  sus restos, es el dolor más grotesco que sienta una madre; por eso para evitar que una madre sufra sin mas ni mas, aquel o aquellos que viajan al extranjero por razones ya señaladas, deben tener los cuidados en sus vidas,   en el tiempo, forma y modo, tanto  en el lugar donde se desarrollen o se encuentren.
Réquiem al mérito más importante a la heroína cuzqueña SORIA, que muriera cuando actuaba como tripulante del crucero Italiano Costa Concordia, murió en cumplimiento de sus deberes, quizás salvó vidas a cambio de su propia muerte.
Los Jóvenes Peruanos que se encuentran por el mundo  no deben olvidar que sus madres están en paciente espera, y que la sola ausencia ya es un sufrimiento. Para un hijo,  madre hay una sola y  es insustituible.

Para el Derecho Internacional, los escenarios para promover gestiones entre Países se han viabilizado. En el  proceso de globalización, el vehículo idóneo para estas gestiones son los tratados, que  adoptan su carácter vinculante. Este carácter permite que los Estados se relacionen cada vez más estrechamente, y que los compromisos tengan la eficacia y validez que les correspondan, y en donde temáticas como las de una repatriación o extradición, de ser el caso, se tramiten sin contratiempos, para bien de las buenas relaciones estaduales.  

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